En 1979, adoptó a nueve niñas negras que nadie quería — hoy, décadas después, el mundo no puede creer en lo que se convirtieron

En 1979, adoptó a nueve niñas negras que nadie quería — hoy, décadas después, el mundo no puede creer en lo que se convirtieron

Richard Miller tenía solo treinta y cuatro años cuando su vida dio un giro inesperado. Habían pasado dos años desde que su esposa Anne había fallecido, dejándolo solo en una casa que ambos soñaron llenar de hijos. Una tarde lluviosa, su camioneta se averió cerca del orfanato St. Mary’s. Entró para usar el teléfono, pero terminó caminando por un pasillo oscuro, atraído por el llanto de bebés.

En una pequeña sala, nueve niñas yacían en cunas alineadas una junto a la otra. Su piel era oscura, sus ojos grandes reflejaban miedo y esperanza, y sus pequeños puños se extendían hacia cualquiera que pudiera tomarlas en brazos. Una enfermera susurró: “Las dejaron juntas en las escaleras de la iglesia. Sin nombres, sin notas. Nadie las quiere a todas. Pronto las separarán.”

La palabra “separar” atravesó a Richard. Recordó las últimas palabras de Anne antes de morir: “No dejes que el amor muera conmigo. Dale un lugar donde crecer.” De pie allí, sintió el peso de esa promesa. ¿Podría él ser quien mantuviera juntas a esas nueve hermanas?

Cuando por fin habló, su voz era ronca. “¿Y si las llevo… a todas?”

La enfermera parpadeó, sorprendida. “¿Las nueve? Señor, eso es imposible. Arruinará su vida.”

Pero el corazón de Richard ya había decidido. Días después, contra la feroz oposición de trabajadores sociales, familiares y vecinos, se firmaron los papeles. Richard Miller—un hombre blanco y soltero—se convirtió en el padre de nueve niñas negras.

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